Aquella lavadora no era lo que parecía ser. Funcionaba a deshoras, se programaba sola y cuando giraba su tambor lleno de ropa, emitía un sonido extraño, indescriptible, totalmente diferente al del resto de lavadoras. Durante el centrifugado se ponía a danzar de lado a lado, avanzando decididamente, sin que nada ni nadie pudiera interponerse en su camino.
Cuando la ropa salía de la máquina y se colgaba en las cuerdas del tendedero del patio, cambiaba su apariencia. Las prendas resultaban “animadas”. Al observarlas, advertí unas presencias extrañas, en poses diversas, suspendidas en el aire y con actitud desafiante. Posiblemente fue durante el centrifugado… Algo extraño debió ocurrir. Quizás viajaron por el tiempo, y vete tú a saber de dónde regresaban y con qué propósito.