Espacio y tiempo dentro de unas coordenadas. No se trata de reproducir la realidad ni de conformarse con la primera impresión cuando llegamos al sitio concreto, sino más bien percibir y sentir el entorno, interpretar lo que se ve: el lugar que nos atrae, su espacio, la perspectiva adecuada, el punto de vista, la orientación y la dirección de la luz en el momento preciso del día.
Escenas naturales, urbanas o mixtas; montañas, bosques, nieve, desierto, cañones, costas, mares, firmamentos… sol, nubes, lluvia, niebla, tormenta… cuestión de selección. La finalidad última “consiste en capturar el espíritu del sitio” su atmósfera, su magnetismo, su profundidad, el detalle… transmitir una sensación, sentir la presencia y guardar en nuestra memoria aquella impresión de una extensión de terreno considerada en su aspecto artístico. La naturaleza reconstruida por la mirada del hombre, el valor de un territorio único, singular. Identidad.
“La idea de paisaje no se encuentra tanto en el objeto que se contempla como en la mirada de quien contempla. No es lo que está delante sino lo que se ve […] es así un constructo, un concepto que nos permite interpretar cultural y estéticamente las cualidades de un territorio, lugar o paraje” (Javier Maderuelo).