Algunos escaparates logran captar nuestra atención y nos atraen con fuerza. Nos hacen parar, volver sobre nuestros pasos o desviar nuestro trayecto para acercarnos a contemplar su espectáculo ofrecido. Sin duda, alguien tuvo la suficiente imaginación para crear un ambiente determinado con una atmósfera que induce a mirar dentro, tras el cristal, e invitarnos a recorrer con la mirada ese microcosmos de objetos diversos que puede interesarnos adquirir o, simplemente, curiosear un poco.
Seguramente podemos recordar algunos de esos establecimientos comerciales que llegaron a sorprendernos. De pequeño pasaba largos ratos con las narices pegadas en el escaparate de una tienda de modelismo, donde observaba entusiasmado los dioramas de soldaditos de plomo pintados a mano, maquetas de coches, aviones, barcos… y las más grandes y espectaculares eran las de trenes con escenas sumamente realistas que cobraban vida en mi cabeza.
En la actualidad me atraen especialmente los adornos vintage y los objetos kitchs que aparecen en ciertos establecimientos comerciales. Me gustan los maniquíes extraños, en poses o actitudes extravagantes o con atuendos llamativos, disfraces y complementos para fiestas, objetos raros, poco comunes, que harían las delicias de los surrealistas, piezas antiguas de colección, como relojes o cámaras fotográficas de principios del siglo XX…