DE LA CREACIÓN AL JUICIO DE LA MATERIA

De un soplo de fuego y talento surgen figuras de hierro o bronce destinadas a engrandecer un espacio público o una colección particular. Hay lugares especiales donde se forjan grandes obras de arte tras un largo y arduo trabajo. 

En un momento determinado de ese proceso creativo, en la conocida como “etapa de verificación”, se analiza el resultado de la fase anterior de “iluminación”, en la que surgen las soluciones planteadas al problema creacional de las etapas anteriores (preparación e incubación).

Es entonces cuando la obra creada se somete al juicio de su propio creador, casi siempre de manera inconsciente, bajo los condicionamientos de determinadas reglas, no solo artísticas (sus gustos y elecciones estéticas), sino socioculturales, propias del contexto donde vive, juicio en el que se decidirá acerca de la conveniencia o no de exponer su obra. Se trata de una especie de “autocensura”.

Uno de los aspectos de más peso, antes de mostrar la obra al público, será la valoración de su expresión y acabado, todo lo cual llevará a su autor a admitir la obra y depurarla justo antes de elevarse sobre los pedestales o, por el contrario, a rechazarla y abandonarla como proyecto, a la espera de reciclar su materia y darle otra oportunidad. 

En el silencio de la fundición, cada figura espera impasible su turno.

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