Me levanto de la cama un sábado por la mañana y bajo al perro a la calle a mear. El animal se arrima con impaciencia a una señal de tráfico mientras yo no puedo dejar de apartar la mirada a un pub que tengo justo en la acera de enfrente. Algo me vuelve a llamar poderosamente la atención, como otras tantas veces que he pasado por delante y me giro a mirar. Se trata de la estampa de un local con una pinta muy particular, algo “gamberra, canalla”, con personalidad.
Es el todo y las partes que lo integran, ¡menuda Gestalt!, una estructura rotunda, cargada de fuerza y expresión, con una variedad de planos, texturas y colores que lo destacan del resto de locales que hay en toda la calle. Caos y orden, desaliño y libertad, cutrez y alto diseño, grafismo e iconicidad a raudales… Una pieza única en su género.
Es como una valla publicitaria repleta de anuncios, como una pantalla de cine, como una tienda de discos de vinilo, como una tira de cómic…, un compendio de los mass media. La panacea del icono, el arquetipo de lo urbano, el maximalismo, la publicidad, el pop, la antología del grito o, como dirían aquí, del “chillío”. Un espacio donde rememorar la manifestación underground de la movida “granaina”. Todo eso junto, pero con un ligero tono “macarrilla” o “de los bajos fondos” que me encanta. ¿Será otra manifestación de arte sin intención?
En Granada se puede admirar: Sierra Nevada, la Alhambra, el barrio del Albayzín, la Capilla Real o la fachada del pub Perro Andaluz. Como reza un cartel junto a la puerta: “Añejo heavy rock bar de los de toda la vida, de los auténticos, de los que quedan pocos, casi extintos. Su banda sonora lo deja bien claro a quien osa cruzar su umbral… Desde 1999”. Pasen y vean.