Asombrosas o espantosas, enigmáticas, misteriosas, protagonistas de múltiples cuentos, leyendas y anécdotas, la mayoría de carácter oscuro y tenebroso, de ahí su etimología, del latín, “maleficae”.
De imagen estereotipada, aunque puede cambiar en cada cultura, aparecen, en nuestro imaginario tradicional y en el folklore popular, como mujeres de aspecto extraño, demacradas, de tez pálida virando al verdoso o amarillo y de rictus trágico, con verrugas y nariz prominente, dientes mellados, que visten de negro y cubren su cabeza con un largo y característico sombrero puntiagudo de ala ancha. Portan, entre sus manos huesudas y de uñas largas, una escoba que les proporciona la capacidad de volar. También suelen estar acompañadas de ciertos animales, como el gato negro, el cuervo o el búho y la araña.
Se les atribuyen una serie de capacidades sobrenaturales que las revisten de cierta apariencia poderosa y malvada, algo que en el pasado, especialmente durante la Edad Media, les costó muy caro, entre persecuciones y procesos inquisitoriales inmisericordes, las terribles ordalías, bajo la acusación de una serie de prácticas oscuras, hechicería o rituales, como los aquelarres.
En la época moderna se habla de “rebeldes, revolucionarias o víctimas” (Michelet). Por otra parte, algunos psiquiatras que han estudiado el tema, se refieren a personalidades que pueden ser diagnosticadas de “maníaco-depresivas” (López Ibor). También se hace mención a la histeria colectiva que llevó a la obsesión con la “caza de brujas”.
En conclusión, se trata de unos personajes rodeados de todo tipo de lagunas y sombras, en el amplio sentido de la palabra, muchas veces de tipo cultural o ideológico, fruto del miedo, la sospecha y el recelo ante lo desconocido. ¿Supersticiones, ignorancia, incomprensión, mala fe, venganza…? A saber cuántas barbaridades se cometieron contra ellas en el pasado. En cualquier caso, ¿Qué hay de cierto respecto a estos personajes? Creo que simplemente puede haber y hay personas con ciertas capacidades extraordinarias, pero desde un punto de vista personal, la explicación más verosímil por probable -navaja de ockham- la encuentro en la teoría de “el rol que implicaba el uso de ciertas plantas alucinógenas (solanáceas) en la brujería, como la mandrágora (Mandragora), el beleño (Hyoscyamus), la belladona (Atropa belladona) y el estramonio (Datura), cuyos efectos alucinógenos las hacía volar por el aire cabalgando sobre una escoba, cuando se frotaban el cuerpo con un ungüento cuyo contenido de atropine era absorvible a través de la piel” (Michel J. Harner).